Sunday 6 June 2010

Cena en Harrow on the Hill







Bordeando la naturaleza y en el exquisito ambiente que define al vecindario de Harrow on the Hill, en la noche del 5 de junio de 2.010 tuvo lugar el primer encuentro internacional de gastronomía y baile de Londres.



















Bajo el auspicio de la elegante anfitriona, Egiarte Giménez, ataviada con un informal y vaporoso conjunto adecuado a los rigores de la noche, los invitados fueron llegando hasta completar el aforo del lugar, si bien algunos de los convocados al evento se vieron obligados a declinar la invitación por causas de fuerza mayor.








Entre los asistentes, junto a la anfitriona, y por orden de llegada, se encontraban Margarita Sandoval, con un conjunto primaveral perfectamente acorde a la estación del año y del metro(Margarita-Spring-on the Hill), seguida por el colorido Ramón Pelayo en contraste con el riguroso blanco y negro de Juanjo Guisado (ambos con toques de modernidad fosforescente y plata). Por último, la entrada internacional del son cubano de Nelson González acompañado de la no menos cosmopolita porteña Débora Staryfurman, ambos con atuendos elegantes a la par que cómodos, en los que los cuadros, las rayas y el color se debatían en un equilibrio de fuerzas tendente a la serenidad.



El encuentro estuvo salpicado de manjares traídos de diferentes rincones de la geografía Mediterránea, desde quesos sicilianos y vascos a dulces monacales sevillanos (incluso helados de ultra mar), pasando por una rica variedad de encurtidos y asados sin dejar atrás la explosiva humildad de la tortilla española de patatas. Todo ello, regado por vinos blancos italianos y españoles, así como por tintos de La Rioja, para acabar con la fuerte esencia del ron cubano, compañero perfecto de la danza que se inició a los postres.

Tras la agradable cena donde no faltaron temas de conversación de toda índole, los comensales se deshicieron de algunas de las calorías entre sones cubanos y algunos otros de dudosa pero indudablemente adecuada procedencia.



Entre abrazos y muestras de afecto, los invitados abandonaron la casa y se introdujeron en el vehículo donde un chófer les esperaba para trasladarles hacia destinos más mundanos, henchidos por la satisfacción de una velada inolvidable y deseosos de repetir la experiencia en fechas no muy lejanas.